Parece que todavía hay gente que no re-acciona. Se lo vió el último Martes. Después del anuncio del aumento de las retenciones por parte del ministro Lousteau, la virulencia de los sectores que representan al gran latifundio como la Sociedad Rural y sus tuertos aliados eventuales, fue aumentando.
Resulta que los pequeños productores, como las capas medias en general, se dan cuenta de la inundación cuando tienen el agua al cuello. Las retenciones a las exportaciones tuvieron un carácter uniforme desde que se implantaron por primera vez. Quiero decir, paga lo mismo un Werthein con 15000 has que un chacarero con 25 has. Entonces, por que no han sido tan intransigentes desde que fueron implantadas las retenciones...
Digamos que esto es un defecto de origen que nadie se preocupó por resaltar, o que no fue remarcado con suficiente énfasis. Hasta ésta semana. El despavilado descontento de los “chacareros” se junta con las ánimas golpistas de siempre. Evidentemente, es conveniencia mutua.
Capítulo aparte merece la reacción “espontánea” de los auténticos vecinos de la Capital. Hablo, por supuesto, de los estratos pauperizados de Palermo, Recoleta y Barrio Norte, quienes salieron a las calles con sus cacerolas para apoyar “al campo” contra el “resentimiento Montonero”. Condimentado con una grotesca acción de los medios masivos de comunicación, en éste freak show pudo verse lo mas rancio de la sociedad argentina, ideológicamente hablando.
Es cierto que diversos sectores a favor del Gobierno salieron a las calles a manifestar su apoyo. Proporcionalmente incierto es que fueron sólo ellos los que salieron a las calles, en algunos casos, no a favor del Gobierno, sino en contra de los sectores que coquetean con el golpe (sea éste de cualquier índole). En mi caso preferí pecar por acción antes que por omisión. En otros casos, como los de la izquierda de siempre, lo arreglaron con un panfletito caracterizando los cacerolazos y los cortes de ruta como una “nueva pueblada” contra “los K” y los “piquetruchos” (Partido Obrero dixit), ofreciendo muy a lo liberal, una alternativa Obrera y Socialista, pero sin tener la capacidad de movilización ni el calor en el pecho para ese fin.
Fue en verdad como un Deja Vu. Lo mismo pasó en el 2001, y en muchas otras oportunidades de la historia. La historia se repite, y en forma de tragedia, como diría Carlitos. Varias veces.
La izquierda eminentemente Trotskista junto con otros sectores increíblemente mas minoritarios se volvieron a desubicar. El librito no les dio ninguna solución para la caprichosa realidad argentina, y decidieron sentarse “a ver qué onda”. No se enfrentaron al enemigo histórico del Estado de Derecho, amigo a su vez de las armas y las desapariciones.
A pesar de que los frutos del enfrentamiento los recoja el Oficialismo, es un precio que todos deberíamos pagar por enfrentar a los anacrónicos fantasmas del golpe. Fantasmas que hoy, gracias a la mayoría del pueblo, huelen a naftalina.
28/3/2008
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