
Anoche estuve con el Gordo Cooke. Me lo crucé en una de las tantas esquinas de Buenos Aires en las que a veces me pierdo. En realidad, yo lo estaba buscando…no se bien si a él o lo que él dice, pero mi intención era hacerle un par de preguntas.
Hacía varios días que venía sintiendo ésa incomodidad que percibe uno cuando flota, cuando no tiene tracción. Querés avanzar y no podés. Pensaba en la importancia de ésa gente que sí hizo tracción en la historia argentina, y pum!, me surgió la idea de ir a buscar al Bebe.
Anduve por todos lados. Fui a Azopardo, donde se reflotó en mí el día que se llevaron al General, entre escoltas de payasos macabros y cierta base movilizada. Pasé por enfrente de Belgrano, por la Pirámide rodeada por un círculo interminable de contradicciones que hasta ahora, no logro comprender: Una Abuela, recibiendo un premio de un órgano que ayudó a ‘’desaparecer’’ a su nieto, sentada al lado del creador de la falacia de la ‘’Tortuga”, siendo aplaudida porque defendía los derechos humanos, hoy hecho ficción.
Llegué a la triple frontera, allá en Angel Gallardo. Que vergüenza me dió. Un halo congelado me cacheteó la cara. El edificio se impone desafiante frente al Hospital Naval, pero el plan de estudios sigue siendo europeizante, muy poco útil para este lado del mundo. Es una fábrica de encuestadores y peregrinos, no de revolucionarios. Y nosotros no nos sacamos las orejeras. Acá, a los Dioses no los mataron, son los de siempre. Las herramientas, las mismas que hace 25 años, como si el tiempo girase en redondo (hasta que se corte el eje)... Las luchas internas (usualmente por el chanchito) cegan el objetivo final, y los planes de estudio se vuelven cada vez mas obsoletos, sólo sirven para masturbarse. Hacer teoremas que flotan, sobre la miseria planificada. Mientras no hagamos un piso donde traccionar, no iremos a ninguna parte. La guerra es contra la normalidad. Y la normalidad es genocidio.
Con mucha voluntad, la (pierna) izquierda le hace el juego a la derecha y vuelvo a patear. No debía olvidarme de lo que estaba buscando. Frenético, muevo la cabeza para encontrar alguna mirada de contenido cómplice en alguien. Con odio, triste, amargado, camino con la cabeza agachada. Una frase: ‘’Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno…”, mejor paro.
Carlos María de Alvear, autor de la visionaria frase, tiene la estatua mas estética de Buenos Aires. “La visibilidad es todo”, sentencio. Si no te haces ver, no existís. Acaso hay monumentos al Chacho, a Varela, a Moreno y muchos otros invisibilizados por la historia mitrista?. Peor aún, hace mucho que no leemos, por ejemplo, la constitución del ’49, la historia de Cuba, de los paises de África, Vietnam, América Latina. No nos van a enseñar.
Revolviendo en el arcón del pasado nacional, me doy cuenta que me falta mucho por comprender y aun más por (de)construir. Mientras hago catarsis caminando a ninguna parte, sigo buscando señales que ordenen mis reflexiones, ¡que dificil que es todo!. Con esta charanga del Posmodernismo, la tecnología y demás yerbas, el concepto clásico del Poder ya no sirve. Carente de argumentos filosóficos, pienso: El Poder lo tiene quien crea realidades…y las justifica. Medios masivos de comunicación, clase política, gurúes económicos, Holdings, Empresas off shore, los ‘’sevicios’’, Google, hacendados, terratenientes, banqueros, Anchorena, Martinez de Hoz, Werthein, Bunge y Born, Perez Companc, Dreyfus, partidocracia, constitución del ’53, Teoría de los dos demonios. El desafío es develar dónde, quienes y cómo se inventaron (y aniquilaron) realidades a lo largo de la historia nacional, al menos. A partir de ahí, pensar un proyecto de país y de continente con algo de Socialismo…
La avalancha de ideas se detiene justo ahí, cuando veo algo entre las sombras. Al llegar a una esquina que no me acuerdo, en un momento indeterminable de la noche, lo veo. Venía caminando con alguien que no logré identificar. Lo seguí por detrás unos metros, y lo intercepté:
- Usted es John William Cooke?
- Si.
Con el brazo extendido, como si me estuviera esperando, me invita a entrar al bar de la esquina. Los tres encaramos a la mesa que da a la ventana, naturalmente. Al unísono, nos sentamos. Apoyo los codos sobre la mesa, me inclino hacia él y le pregunto con voz apresurada:
- Conocía a Rodolfo Walsh? Cómo era?
Respirando lentamente y suspirando cierta decepción, me contesta:
-No te parece que hay cuestiones mas profundas para averiguar?
Se esfumaron en el aire. Humillado, me alejo del bar con la frustración de haber desperdiciado una oportunidad histórica. “Hay que prepararse para estar preparado”, pienso.
25-1-08
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